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Sombra, penumbra… Salen del tunel entre fogonazos y chispas. Círculo infinito, rueda eterna. Silencio. Trece niños electrocutados en el tiovivo.

Entonces la carcajada se hizo más intensa, como un eco ensordecedor e inagotable que se reía de mi muerte. Siento como corre el sudor por mi frente. El largo tunel del untergrundbahn parece no tener fin. Tiemblan mis manos, estoy muy cansada intento pensar en algo agradable pero mi mente se dirige una y otra vez al mismo lugar, el recuerdo imborrable del rictus de la muerte en su cara.

Rápidamente otros vecinos acudieron en mi ayuda. Mi cuerpo magullado se resentía, pero no pude evitar una sensación de alivio. Ahora, en el periódico, hablaban de ese hombre. El mismo día de la denuncia se había derrumbado en comisaría y confesado todo.

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